miércoles, 23 de diciembre de 2009

La Realidad de los Talk Shows

Todo se puede tolerar un tiempo, pero no toda la vida. ¿Y qué es lo que no se puede soportar toda la vida? Un peso bruto que se lleva encima. O, por parecido, una estupidez como la que la mayoría de las personas llevamos sobre nuestros hombros.

Todos los Talk Shows de aquí y de más allá, tal como los venimos observando, no son otra cosa que el rentadísimo negocio de las empresas televisoras, las agencias de publicidad comercial y los negocios de tienda, que los fenicios mercachifles del arte de fabricar falsas mercancías y pseudo valores, venden en el mercado de las pantallas parpadeantes de los televisores.

Ahora bien, cuál es el material que se utiliza para elaborar los Talk Show falsamente llamados programas de entretenimiento, (para nosotros, burdas operaciones psicosociales de distraimiento de masas, cuyo material no pasa de ser sino la pudridez y lava de los meaderos y letrinas empozados en los más bajos fondos sociales, reciclados luego, en las pantallas luminosas de la televisión por los morboconductores que junto con una manada de asnados concurrentes, inician diariamente el show de la apología de la corrupción y del delito, haciendo en conjunto las mismas estúpidas preguntas a los mismos opacados invitados.

En este contexto oscuro y sombrío, veamos quienes son los protagonistas invitados a narrar en pantallas la historia vivida por ellos mismos, en las madrigueras del submundo que los acoge y los cobija; tales como los proxenetas que viven de las zurronas de la calle; sicarios cuyo oficio es matar a las personas por dinero, alconeras y colchoneras de prostíbulos; ladrones y ladronas adolescentes que cuentan sus habilidades para robar, mujeres desvergonzadas que viven de su propio sexo malbarateado al filo de las madrugadas; niños o niñas “terremotos” que cuentan con mimos y gestos que beben licor, fuman y desobedecen a sus padres; mujeres adolescentes que se iniciaron en la prostitución desde los 13 años o menos; hijas o hijos que le pegan a sus padres; vecinos que se odian y se amenazan de muerte; padres e hijos que se aborrecen mutuamente; travestis homosexuales y transformistas, etc.

La lista se torna interminable. Usted lector o lectora, agréguele los que faltan y los que seguirán apareciendo, porque todos provienen de los mismos materiales de la digestión.

Pero antes, le recomendamos que no deje de pensar en la forma cómo la mente de los niños, los jóvenes y aún los adultos, irán metabolizando en sus cerebros los idiotismos propagados desde las pantallas sucias de la televisión.

Finalmente, preguntémonos. ¿Será posible que la televisión, inventada para elevar el nivel de vida material y mental de las personas, se haya convertido en desagüe de excrecencias hablantes solamente por negocio? ¿Acaso no se vé que por culpa de la televisión hoy el lenguaje se ha tornado grosero y empobrecido de imaginación y de gramática? ¿Acaso no sabemos que por culpa de la televisión se ha logrado formar una sociedad deshumanizada y al mismo tiempo desunida y animalizada? ¿No está a la vista diaria los más repugnantes crímenes y asesinatos, y las más asquerosas escenas de corrupción con el más absoluto irrespeto a la opinión y moral pública? ¿De la misma manera, usted lector no piensa que el tesoro de un país es su cultura y su moral? ¿Por qué entonces la sabiduría que nos da la televisión es sólo para el placer y el disfrute de los sentidos y las pasiones desenfrenadas? Para saberlo con más exactitud y veracidad, basta con encender el televisor para encontrar sin esfuerzo alguno el escenario más enfermo de la sociedad moderna. Tal y como lo vemos diariamente en los Reality Shows televisivos.

Por eso hoy se dice que antes los filósofos y los educadores se disputaban el alma de los brutos para educarlos y cultivarlos; hoy la televisión se disputa el instinto de los más brutos para conducirlos en manadas atolondradas por el camino de las masas sin futuro y sin horizontes, transitando los caminos más peligrosos, alegremente.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Retrato del Nuevo Votante

¿Quiénes serán los votantes de futuro? Ésta fue la pregunta que me formuló un interlocutor anónimo, mientras esperábamos ambos, la llegada del autobús.

La verdad que una pregunta hecha así, a quemarropa, a cualquiera le haría vacilar. Y eso es lo que me pasó. Un devaneo inquietante. Sin embargo, la respuesta que se quedó pugnando dentro de mí hoy la puedo sacar a flote. Porque valga mi verdad, me quedé con cierto hormigueo cerebral que sólo hoy puedo librarme de ello.

De todas maneras, por más que trate de iluminar el bosque, siempre vamos a obtener una imagen nebulosa del futuro elector. Pero sí, por contrapeso, la respuesta tendrá un eco explosivo en el resto del bosque político. Por tanto, solamente trataremos de hacer un perfil en vez de tomar una fotografía, en vista de que la frondosidad del bosque hace que muy pocos árboles sean visibles.

Votantes Dependientes

Tenemos votantes que basan la emisión de sus votos por convicción en la bondad de la ideología del partido. Estos son los carnetizados y los que sin estarlo por convicción y simpatía partidaria, pero que por muchísimas razones no se inscriben. A la hora de emitir su cédula lo hacen por la confianza en los candidatos que representan a su partido, unos y otros por la ideología, doctrina y filosofía de su colectividad política.

Ésta preferencia sólo la obtienen los partidos fuertes y debidamente organizados. Los que han hecho escuela de educación cívica y de identidad nacional. Partidos que acrecientan su volumen electoral por las adhesiones que reciben, no porque ellos se aglomeren alrededor de frente o movimientos electoreros.

Votantes por Clases

Hay votantes por intereses de clase. Estos son los que no aceptan que alguien que no sea de su clase social asuma el poder del Estado, porque creen que sólo los de su condición pueden ser capaces de regir los destinos del país. Por tanto, es a ellos a quienes hay darles la preferencia, aún a costa de marginar a otros componentes sociales. Se basan en la falsa premisa de que al pueblo le basta que lo gobiernen.

Votantes Manipulados

Son los votantes atraídos con falsos señuelos, con publicidad subliminal y machacones perifoneos de ‘slogans’ partidarios. A estos electores no se les adoctrina ni se ejerce sobre ellos magisterio, sólo se les impresiona a base se deslumbrantes ofrecimientos y desinformación permanente. Estos son los que están disponibles a quien mejor le llene los oídos con falacias. No son votantes de partido propio sino de quien les musicalice mejor los ataques al gobernante saliente.

En esta gama están los partidos chicos y el sencillo de la política partidaria. Sea porque recién se forman o porque quedaron huérfanos de apoyo electoral, por haber sido malos gobernantes en el período que les tocó ejercer el poder. Estos se amontonan –no se juntan-, lo hacen para formar frentes o movimientos electoreros y así con un nuevo nombre entrar en mancha al tinglado del manipuleo de los votantes masa.

Propaganda Política y Opinión Pública

En el terreno de la opinión pública han hecho su aparición el acoso y la violencia que más fomentan pasiones y enemistades, que sentimientos de calma, más apetitos de ofensa y de venganza que de cordura. Más rechazo que aceptación.

Para la opinión pública lo que está pasando con la propaganda política en nuestro medio, va más allá de los modos, hechos y costumbres que el hombre observa para sí y colectivamente. A tal grado de libertinaje que hoy la libertad para elegir, o sea para escoger al mejor, se encuentra violentada y acorralada por una descomunal masa de propaganda que la presiona y aturde.

Hacer propaganda política es totalmente lícito, pero hacer uso excesivo de la falta de respeto, que por derecho natural se merece el pueblo, no está permitido por las buenas maneras o sanas costumbres que todos sabemos observar.

Hoy se practica la propaganda belicosa y el ataque artero; el embuste y el engaño, para crear falsas expectativas e ilusionarias esperanzas. Se crea el temor y el pánico con falsas noticias; se desinforma para confundir, se incita a los grupos laborales para fomentar desórdenes callejeros. Se miente y se engaña sin el menor rubor. Se avasalla inclementemente a la opinión pública.

Se emplea a la televisión para mostrar en colores los aspectos más extremos de la pobreza como si ésta fuera un producto de consumo popular; la radio para difundir todo lo que es dañino para el régimen; los periódicos para poner en blanco y negro las noticias más alarmantes en fotos y palabras. Las revistas que por su alto precio no llegan a la multitud, presentan composiciones fotográficas en sus portadas, con las ofensas más indignantes.

Se seleccionan a los personajes más contrarios al gobierno para que hagan la orgía del desprestigio. De esto el pueblo está harto y aburrido de tanta masa propagandística, que se lo proyecta sin respeto ni medida alguna. Si conectamos la TV, ¡zas! aparecen uno detrás de otro a una hamaca parlamentaria. Otros con un cuajo que desespera pregonando la salvación del país. Los más que van a hacer realidad los sueños de todos los peruanos. “Ese es mi problema” dice el caporal de todos ellos.

Si conectamos la radio, también están allí entonando canciones y sonsonetes; si se abre las páginas de los diarios, están igualmente ahí con la mejor foto y la concebida risita de medio diente. Otros, muchos y languidecientes de orfandad, pero están. Para la opinión pública que es el concepto que cada uno de nosotros tenemos de algún hecho o personaje, la propaganda política ha molestado demasiado al pueblo, llevándolo hasta los límites de la indignación. A tal punto, que los más publicitados van a ser rechazados por el voto popular, como respuesta a la ofensa y a la falta de respeto con que se le ha tratado, a fuerza de quererle embutir un candidato que de política no sabe nada y menos aún de los problemas del Perú. El votante sabe a ciencia cierta que el candidato sólo va a ser un instrumento de los políticos cazurros que se cubren el rostro para que el voto popular no los vuelva a rechazar como lo hizo ayer.

¿Cómo puede el pueblo elegir a alguien que le dice que va a hacer tortillas sin romper huevos; que va a remecer la casa desde sus cimientos sin que se caiga una viga o un adoquín sobre la cabeza de los que allí viven? Farsa, pedantería y fanfarronada. Ignorancia absoluta del arte de gobernar. El pueblo no es un ente expectante ni menos resignado al abuso. Lo fue, sí. Ahora piensa, razona y actúa unido. Castiga fuerte a quien lo embauca con falsas promesas.

Sabe, por ejemplo, que en las próximas elecciones, todos aquellos que se auto-elogian y piden el voto para su otro yo, el número dicho con las mayores vaciedades, pero con desparpajo, no serán los elegidos porque el elector intuye que no va a elegir a una nueva promoción de lactantes que sólo busca una dormidera en el parlamento.