Todo se puede tolerar un tiempo, pero no toda la vida. ¿Y qué es lo que no se puede soportar toda la vida? Un peso bruto que se lleva encima. O, por parecido, una estupidez como la que la mayoría de las personas llevamos sobre nuestros hombros.
Todos los Talk Shows de aquí y de más allá, tal como los venimos observando, no son otra cosa que el rentadísimo negocio de las empresas televisoras, las agencias de publicidad comercial y los negocios de tienda, que los fenicios mercachifles del arte de fabricar falsas mercancías y pseudo valores, venden en el mercado de las pantallas parpadeantes de los televisores.
Ahora bien, cuál es el material que se utiliza para elaborar los Talk Show falsamente llamados programas de entretenimiento, (para nosotros, burdas operaciones psicosociales de distraimiento de masas, cuyo material no pasa de ser sino la pudridez y lava de los meaderos y letrinas empozados en los más bajos fondos sociales, reciclados luego, en las pantallas luminosas de la televisión por los morboconductores que junto con una manada de asnados concurrentes, inician diariamente el show de la apología de la corrupción y del delito, haciendo en conjunto las mismas estúpidas preguntas a los mismos opacados invitados.
En este contexto oscuro y sombrío, veamos quienes son los protagonistas invitados a narrar en pantallas la historia vivida por ellos mismos, en las madrigueras del submundo que los acoge y los cobija; tales como los proxenetas que viven de las zurronas de la calle; sicarios cuyo oficio es matar a las personas por dinero, alconeras y colchoneras de prostíbulos; ladrones y ladronas adolescentes que cuentan sus habilidades para robar, mujeres desvergonzadas que viven de su propio sexo malbarateado al filo de las madrugadas; niños o niñas “terremotos” que cuentan con mimos y gestos que beben licor, fuman y desobedecen a sus padres; mujeres adolescentes que se iniciaron en la prostitución desde los 13 años o menos; hijas o hijos que le pegan a sus padres; vecinos que se odian y se amenazan de muerte; padres e hijos que se aborrecen mutuamente; travestis homosexuales y transformistas, etc.
La lista se torna interminable. Usted lector o lectora, agréguele los que faltan y los que seguirán apareciendo, porque todos provienen de los mismos materiales de la digestión.
Pero antes, le recomendamos que no deje de pensar en la forma cómo la mente de los niños, los jóvenes y aún los adultos, irán metabolizando en sus cerebros los idiotismos propagados desde las pantallas sucias de la televisión.
Finalmente, preguntémonos. ¿Será posible que la televisión, inventada para elevar el nivel de vida material y mental de las personas, se haya convertido en desagüe de excrecencias hablantes solamente por negocio? ¿Acaso no se vé que por culpa de la televisión hoy el lenguaje se ha tornado grosero y empobrecido de imaginación y de gramática? ¿Acaso no sabemos que por culpa de la televisión se ha logrado formar una sociedad deshumanizada y al mismo tiempo desunida y animalizada? ¿No está a la vista diaria los más repugnantes crímenes y asesinatos, y las más asquerosas escenas de corrupción con el más absoluto irrespeto a la opinión y moral pública? ¿De la misma manera, usted lector no piensa que el tesoro de un país es su cultura y su moral? ¿Por qué entonces la sabiduría que nos da la televisión es sólo para el placer y el disfrute de los sentidos y las pasiones desenfrenadas? Para saberlo con más exactitud y veracidad, basta con encender el televisor para encontrar sin esfuerzo alguno el escenario más enfermo de la sociedad moderna. Tal y como lo vemos diariamente en los Reality Shows televisivos.
Por eso hoy se dice que antes los filósofos y los educadores se disputaban el alma de los brutos para educarlos y cultivarlos; hoy la televisión se disputa el instinto de los más brutos para conducirlos en manadas atolondradas por el camino de las masas sin futuro y sin horizontes, transitando los caminos más peligrosos, alegremente.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario